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¡Hola! Soy Ana,

experta en ansiedad y la comunicación empática. Te ayudo a sentirte bien en tu día a día.

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Por qué obsesionarse con los resultados genera ansiedad

En este artículo comparto mi experiencia como académica y mi tendencia a obsesionarme con los resultados, de cómo este comportamiento te genera ansiedad y unos truquillos para superarlo.

¿A qué me refiero cuando hablo de “ansiedad”?

Aunque la ansiedad puede tomar muchas formas, en este artículo abordo la ansiedad como ese sentimiento inherente de que algo va a salir mal.

Bajo esta perspectiva, la ansiedad se alimenta de la incertidumbre del futuro. Y cómo, al no poder predecir el futuro, tu mente tiende a ponerse en lo peor.

La falta de control junto con una visión negativa del futuro hace que tu ansiedad aumente. Tanto es así que llega un momento en el que es difícil creerse que “todo va a salir bien”. De hecho, incluso hay expertos como el doctor Jud Brewer que considera que la ansiedad es un hábito mental.

A muchas personas les resulta fácil quitarse la ansiedad de encima. Pero en mi caso, este hábito mental de la ansiedad se convirtió en un obstáculo durante toda mi vida trabajando y estudiando en la universidad.

La obsesión con los resultados en la universidad

En la universidad, como ocurre en tantos trabajos, gran parte de tu estabilidad profesional depende de tu rendimiento. Consolidar un puesto en el futuro, especialmente si eres un doctorando o estás haciendo una investigación postdoctoral, depende exclusivamente de tu productividad.

Cuantos más artículos publiques, cuantas más becas obtengas, cuantos más congresos atiendas… mayor será tu probabilidad de conseguir un contrato fijo en una universidad prestigiosa. Mayores serán las oportunidades de que consigas una entrevista y te quedes permanentemente en una universidad.

Hasta que no consigas ese nivel de rendimiento tan elevado estás en el limbo. En tierra de nadie… siempre buscando cómo asegurarte un futuro, pisando sobre arenas movedizas.

Sin darme cuenta, todos los años que estuve estudiando e investigando en las diferentes universidades europeas donde me formé, fueron asentando en mí la idea de que mi estabilidad profesional dependía exclusivamente de mi rendimiento.

La mayor parte del tiempo como académica giraba alrededor de lo productiva que era, los resultados tangibles que obtenía. Cada vez que no podía terminar un capítulo, que fui rechazada en una solicitud, que mi regresión no era significativa o que no conseguía mis objetivos, una ola de ansiedad e incertidumbre me inundaba.

Cada vez que no era capaz de producir o alcanzar las metas que yo misma (y otros) esperaba de mí como investigadora me sentía una fracasada, que todo se iba a derrumbar. Y que el futuro no iba a ser tan maravilloso como yo esperaba.

Sin darme cuenta, acabé despreciando la importancia de todas esas pequeñas cosas que hacen posible sacar una publicación, un proyecto o la presentación para un congreso. Todos esos minutos invertidos en escribir y reeditar ese párrafo que no te acaba de encajar o todas esas horas limpiando una base de datos hasta que consigues la operacionalización de tus sueños. Al final dejé de confiar en mi futuro…

dibujo cuando no confio en algo

Obsesionarte con tu rendimiento genera ansiedad

En mi caso llegó un momento en el que, si estaba estresada, tenía miedo o notaba que mi cuerpo estaba agotado no era relevante. Cada vez que dudaba de mis habilidades o me sentía una incompetente, yo me centraba más en el trabajo. Lo que hacía era alejar esa emoción todo lo posible. Rara era la ocasión en la que paraba para reconocer esas emociones, tratarlas con un poco de compasión o paciencia hacia mí misma.

Había una parte de mí que no quería enfrentarse a esas emociones porque sabía que si las admitía sentiría que no iba a conseguir mis metas. Es como si esa parte de mí creyese que dudar de mi rendimiento, de mis resultados, significaría que los demás no me verían suficientemente profesional.

Aunque yo no me di cuenta en su momento, vivía constantemente en el futuro. Todo mi tiempo presente lo dedicaba a asegurarme un futuro. Lo que me causaba mucha ansiedad. Al proyectar tanto en el futuro, vivía desconectada del presente.

¿Cómo puedes aliviar la ansiedad?

Al final llegó un momento en el que me resultaba imposible confiar en el futuro. En parte porque todo obstáculo que me encontraba me hacía sentir que mi futuro no iba a salir bien. Obsesionarme con los resultados me impedía apreciar mi día a día y toda esperanza del mañana.

Dado que obcecarse con el futuro me desarraigó de cualquier cosa que ocurría en el presente, centrarse en el ahora es una de las formas más efectivas de recuperar tu equilibro y librarte de la ansiedad.

Aquí te dejo algunas ideas que te ayudarán a centrarte en el presente y aliviar la ansiedad:

  • Valora las pequeñas cosas que te acercan a tus metas: toma conciencia y aprecia las tareas que apoyan tus objetivos. Independientemente de lo sencillas que parezcan ¿eres capaz de valorar lo que te aportan? ¿te animas a despertar tu curiosidad?
  • Agradece tu esfuerzo del día a día: aprecia el esfuerzo que realizas en el día a día, aunque no obtengas los resultados esperados. Cuando reconoces la importancia de estar presente, tu rendimiento pasa a un segundo plano.
  • Practica la compasión: el estrés forma parte de la vida, pero no por eso es más sencillo. Cuando te tratas de una manera compasiva puedes sentir menos presión en tu trabajo y una mayor conexión hacia ti misma. Recuerda que eres una persona y no una máquina.
  • Celebra las pequeñas victorias: ¿terminaste de escribir un correo difícil? ¡Ole! ¿Avanzaste en tu revisión de la literatura? ¡Muy bien! Recuerda centrarte en los pequeños logros del día a día.
  • Recarga tus baterías: el estrés y la ansiedad crónica no benefician a nadie, y menos a ti. Si notas que estás llegando a tu límite, para y busca la manera de tomarte un descanso para recuperarte.
  • Recuerda lo que aprecias de tu trabajo: muchas veces estamos tan metidos en nuestra rutina que olvidamos qué es lo que nos gusta de nuestro curro. A veces preguntarte ¿qué es lo que he disfrutado hoy de mi día? Puede ayudarte a recordar lo que aprecias de tu rutina.
  • Dedica tiempo a actividades que no midan tu rendimiento: date un paseo, canta, dibuja, lee, observa la naturaleza, haz senderismo. Cuanto más practiques este tipo de actividades, más fácil te resultará disfrutar de tu presente independientemente de los resultados.

Conclusión

Cuando dejé la universidad me di cuenta de la presión que hay en la universidad con los resultados, con el rendimiento académico.

A pesar de que tener proyectos a largo plazo es necesario, tus objetivos no deberían impedir que aprecies todo lo que sucede en el presente, o todo ese tiempo que transcurre hasta que llegas a tu meta.

En mi caso, vivía obcecada por mis resultados. Hasta tal punto que cuando no conseguía llegar a mis expectativas desconfiaba de mis habilidades. Tanto fue así, que terminé con mucha ansiedad cada vez que pensaba en el futuro.

Una nota final…

Me gustaría aclarar que bajo ninguna circunstancia defiendo que un trabajo no valore el rendimiento de sus empleados. Evidentemente lo que rendimos y producimos es importante en nuestro crecimiento profesional. Sin embargo, cuando tan solo valoramos y exaltamos el resultado, fomentamos la idea de que el presente y el proceso no es igual de importante. Hasta el punto de desconectar del ahora y vivir con ansiedad en un futuro que aún no existe (excepto en nuestra cabeza).

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